Un día entró uno de mis hermanos sin saber que estaban los hámsteres sueltos y pisó uno de ellos sin querer. ¡El hámster quedó tirado en el piso, todo moribundo, con su patita quebrada y encima le comenzó a salir sangre por la nariz y la boca!
Automáticamente comencé a llorar y fui a buscar a mi papá para decirle que, para que el hámster dejara de sufrir, lo terminara de matar con un balín. Mi papá siempre tenía balines a mano, todos los días, PERO JUSTO ESE DÍA, ¡NO ENCONTRÓ NINGUNO!
Como
yo no tenía las agallas para matarlo de otra forma, directamente me arrodillé a
orar y pedirle a Dios que por favor dejara de sufrir y se terminara de morir o sino que Él lo sanara, sabía que Dios lo podía hacer.
Al
otro día lo controlé y ya no le salía sangre, estaba dormido. Y al día siguiente, luego de estar 2 días durmiendo sin reaccionar, vuelvo del colegio y lo veo que
estaba corriendo en su ruedita como si nada le hubiera pasado. LITERALMENTE FUE
UN MILAGRO, DIOS LO HABÍA SANADO. Qué bueno es Dios con su creación, y qué hermoso cómo nos escucha cuando le pedimos algo con fe.
Esta es una pequeña anécdota que me pasó hace muchos años, pero que nunca voy a olvidar, porque aunque para algunos quizás no sea tan importante, para mi lo fue, porque al fin y al cabo fue una obra milagrosa que Dios quiso hacer en mi animalito y una muestra más de su bondad y fidelidad hacia mi vida.
Laura
Homenuc, 30 años - Córdoba, Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario