domingo, 13 de junio de 2021

DISFRUTAR EL PROCESO...

En estos últimos días, pensaba en la rapidez con la que el tiempo pasa, y por ende, nuestra vida. Me acordaba de lo feliz que era de niña, y que cuando menos me di cuenta ya fui adolescente; y de la nada ya estoy acá, con 22 años. Sí, soy joven; pero sinceramente no sé en qué momento se me pasaron 22 años de vida. Lo que quiero decir con esto es que, creo que no solo a mí, sino a todos nos pasa que cuando nos ponemos a pensar en nuestra edad o incluso en la edad de alguna otra persona, realmente no entendemos cómo es que el tiempo pasa tan pero tan rápido.

Y a lo que voy con esto es que, no solo nos damos cuenta de la rapidez con la que pasa el tiempo, sino que muchas veces nos invade una tristeza porque recordamos momentos que no disfrutamos lo suficiente, o recordamos etapas en las que debimos habernos esforzado más para lograr aquello que queríamos y no lo hicimos, o incluso nos arrepentimos de no haber disfrutado a nuestros familiares y amigos al máximo. Nos arrepentimos de no haber aceptado un trabajo que nos convenía, o de haber aceptado uno habiendo algo mejor, o de estar estudiando algo que no nos apasiona ni nos gusta sólo para complacer a alguien más, o peor: nos damos cuenta de que nuestra relación con Dios está cada vez más débil porque no le dedicamos el tiempo suficiente, entre tantos otros ejemplos que podemos mencionar. 

La realidad es que no solo el tiempo pasa rápido, sino que encima vivimos en un mundo que nos lleva a mil por hora. Un mundo más que acelerado, un mundo impaciente. Cuando terminamos la secundaria nos preguntan, ¿Qué vas a estudiar ahora? cuando nos recibimos nos preguntan ¿y ya te vas a casar? cuando nos casamos, ¿ y para cuándo los hijos? cuando tenemos hijos, ¿ y para cuándo los nietos? y así podría seguir ejemplificando, pero creo que se entendió la idea.

Y con esto no quiero decir que cumplir todas esas cosas esté mal, para nada. Son grandes logros y avances. El problema es que el mundo nos lleva a un ritmo tan acelerado, que NO NOS PERMITE DETENERNOS A DISFRUTAR CADA ETAPA COMO DEBERÍAMOS.  

El problema es que estamos tan enfocados en aquellas cosas que queremos y EN ESTE PRECISO MOMENTO no tenemos, que nos olvidamos de disfrutar cada etapa y proceso que nos toca vivir HOY. Nos olvidamos de apreciar las pequeñas cosas, aquellas que parecen insignificantes pero que en realidad valen mucho. Nos olvidamos de disfrutar la bendición de tener a nuestros seres queridos sanos, con vida; o de disfrutar ese plato de comida calentito que tenemos en nuestra mesa, o de disfrutar a nuestras mascotas, abrazar a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestras amistades. Nos olvidamos de disfrutar la carrera que estamos haciendo, o el trabajo que tenemos. En síntesis, nos olvidamos de agradecer por lo que tenemos hoy, y por el lugar en el que nos encontramos hoy.

Hay un propósito detrás de cada etapa que Dios nos permite vivir y cada lugar en el que nos permite estar. Todo nos lleva a un crecimiento, de todo siempre podemos aprender. Todo siempre termina siendo para nuestro bien.
"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" Romanos 8:28.

Toda etapa que nos toca vivir, es justamente eso, una etapa, una fase, un período, un proceso por el que nos toca pasar. La vida pasa volando y cambiamos de etapa muy rápido. Después es feo arrepentirse de no haber disfrutado tal etapa lo suficiente. Tratemos de que eso no nos pase. Es importante realmente disfrutar cada etapa, ver lo bueno en cada una de ellas, y agradecer por eso. Tratemos de vivir cada día al máximo, a pesar de que no todo salga como lo planeamos. Tratemos de, al final del día, analizar qué valiosa lección aprendimos ese día. 

Y lo más importante de todo: no olvidarnos de Dios, ni descuidar nuestra relación con Él. No olvidarnos de buscarlo, de alabarle, de adorarlo, de hablar con Él, de conocer más de Él, y recordar siempre que en cada etapa, Él está ahí, al lado nuestro, dispuesto a ayudarnos en todo, a guardarnos y protegernos, a bendecirnos y a darnos lo mejor para nuestras vidas. Y que si creemos y confiamos, Él nos va a conceder las peticiones de nuestro corazón, conforme a sus tiempos y a su voluntad. Simplemente debemos CREER, CONFIAR Y APRENDER A ESPERAR EN ÉL.

Les comparto algunos versículos puntuales del Salmo 37 que me han sido de mucha bendición y fortaleza:

3 - Confía en Jehová, y haz el bien;

4- Deléitate asimismo en Jehová,
Y él te concederá las peticiones de tu corazón.

5 - Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.

7- Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.

Dios te bendiga, te guarde y te ayude a ver todo lo bueno que hay en esta etapa que estás viviendo. Un abrazo.