"Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión" Proverbio 3:5-7.
Muchas veces leí este proverbio y no lo entendía del todo, hasta que, no hace mucho, gracias a una serie de cosas que me sucedieron, logré entender un poco más a qué se refiere. Obviamente que de este proverbio se pueden sacar muchas más enseñanzas, no solamente la que les voy a compartir, pero espero que lo poquito que pude aprender pueda servirles tanto como me sirvió a mí.
Las partes de este proverbio que más me tocaron el corazón fueron estas: "No te apoyes en tu propia prudencia" y "No seas sabio en tu propia opinión".
Esto me llamó la atención porque creo que parte de nuestra naturaleza humana y pecaminosa es el ser orgullosos. En ciertas ocasiones, somos propensos a creer que nos las sabemos a todas, que nadie puede venir a decirnos qué hacer o cómo hacerlo y que lo que nosotros decimos y queremos es lo que se debe hacer.
Bueno, a mí muchas veces me pasó eso. Le di lugar a mi orgullo incluso en mis oraciones, pidiéndole a Dios que por favor todo saliera como yo quería, porque según yo, mi forma era la mejor forma en que salieran las cosas. Muchas veces me dejé llevar por la confianza en mi misma, creyendo que yo sabía lo que quería, y que eso era lo mejor para mi vida, cuando en realidad no era así.
No me daba cuenta de que le estaba dando lugar al "yo" en vez de a Dios. No notaba que estaba confiando en mi capacidad, en vez de la capacidad y poder de Dios. No era lo suficientemente consciente de que la manera de actuar de Dios siempre iba a ser mejor que la mía. Me creía sabia en mi propia opinión, me apoyaba en mi propia prudencia. Y ahí estaba el problema.
Luego de un tiempo, veía que Dios no me respondía lo que le pedía, y hasta llegué a cometer el grave error de pensar que no me escuchaba. Hasta que un día, a través de diferentes situaciones que viví, Dios abrió mis ojos y me hizo notar todas las razones por las que no me había dado exactamente lo que le pedí. Todo empezó a tener sentido, empecé a darme cuenta de por qué algunas cosas habían sucedido y otras no, pude ver que Dios no me estaba negando un pedido o deseo porque Él fuera malo, sino porque si me concedía esa petición, me iba a causar mucho daño, y Dios no quería eso para mi, ¡Él me estaba protegiendo!
Así que no pude estar más agradecida con Dios por haberme librado de aquellas cosas que si pasaban, me hubieran dañado. Pude sentir su amor y su protección muy de cerca, y gracias a esa experiencia aprendí que lo MEJOR que podemos hacer es confiar, de todo corazón, en las maneras de actuar de Dios, que son siempre mejores que las nuestras.
"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" Isaías 55: 8-9.
Así que hoy los animo a que si le han pedido algo específico a Dios y Él aún no les responde, sean pacientes y no pierdan la fe, porque si lo que pidieron va conforme a la voluntad de Dios, Él se los va a conceder en el momento justo; pero también sepan que si Él no les concede ese pedido tal cual, es porque los está librando de algo y tiene algo mucho mejor para sus vidas. Las maneras de obrar de Dios son perfectas, confíen en su Santa Voluntad y en su sabiduría. No le impongan nada a Dios, dejen que Él obre. Él sabe qué es lo mejor para nuestras vidas, y si dejamos que Él sea quien guíe y enderece nuestros pasos, no habrá nada que temer.
Dios los bendiga inmensamente.